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Política y activismo digital (2025)

La comunicación política, no sólo el marketing electoral sino también la comunicación gubernamental, en la actualidad “corre” por las plataformas digitales. El enfoque de la mediatización concierne a la relación que el sistema de medios tiene con los demás sistemas sociales en cada etapa de su historia. Las diversas prácticas culturales cambian frente a los medios. Concretamente, en la actual etapa de la mediatización política se puede hablar de una “plataformización” de la política. Se entiende por plataforma toda infraestructura digital que permite que dos o más individuos o grupos interactúen. En el caso de la política, la plataformización incluye el uso intenso de los diversos medios sociales —Facebook, Instagram, YouTube, TikTok, Threads, BlueSky, etc.—, la circulación de contenidos políticos en Twitch y canales de streaming, la convivencia de medios convencionales y medios nativos de Internet en las plataformas digitales, entre otros fenómenos. Se trata de convergencia no de desaparición de la televisión como canal de la comunicación política. En ella tienen lugar, por ejemplo, los debates presidenciales con altos índices de rating y se publican los spots, con gran inversión, y otros contenidos cuyos fragmentos se viralizan por las redes sociales.


Este nuevo contexto de comunicación le da al político la posibilidad de segmentar y personalizar los mensajes y acceder a datos de sus públicos, al mismo tiempo que pierde control sobre el destino final de los contenidos que publica en las plataformas digitales. Los algoritmos canalizan esos contenidos y los usuarios son quienes deciden si estos se viralizan o no, además de que editan y transforman esos contenidos en un proceso que podríamos llamar de “circulación productiva”. Los usuarios, por otra parte, son prolíficos productores de contenidos e intervienen en las discusiones políticas con memes, hilos o videos cortos. Cada vez más la política acude a influencers para llegar a diversos sectores del público, en particular a los jóvenes.


Además de los actores personales, en las plataformas intervienen actores automatizados como bots y trolls, granjas de celulares o los mismos algoritmos que crean una relevancia artificial para los temas, muchas veces a través de la desinformación. Lo disruptivo, tanto en la forma como el contenido, por ejemplo, los mensajes radicales o agresivos, suele destacar en el flujo continuo de contenidos digitales en un contexto de fragmentación y dispersión de las audiencias, al punto que se podría decir que en la incivilidad política se premia con atención en la mediatización política actual.


El ascenso de los populismos de derecha en estos últimos años —triunfos de Javier Milei en Argentina (2023) y de Donald Trump en Estados Unidos (2024), por ejemplo— ha contribuido a polarizar extremadamente la política. No sólo hay planteos dicotómicos de temas sino polarización afectiva, animadversión hacia el adversario (lo que suele llamarse partidismo negativo), que puede incluir discurso de odio hacia grupos subalternos.


Del otro lado, se reaparece el activismo digital, la participación y organización de diversos grupos para impulsar causas sociales a través de las plataformas digitales. Los públicos están insatisfechos con sus gobiernos, se vinculan emocionalmente con los temas públicos. Pueden generar comunidades enteramente virtuales en torno a issues públicos de su interés, que se movilizan en la red y, eventualmente, en la calle. Por ejemplo, en Latinoamérica, en el ciclo 2004-2022, en el 75% de los casos triunfó la oposición. En el año 2019 se produjeron en la región estallidos sociales (en Ecuador y Chile) que obligaron a los gobiernos a revisar políticas y negociar nuevos acuerdos. Tanto en Perú como en Ecuador, en 2021, presidentes outsiders fueron forzados a renunciar a uno o dos años de asumir. La irrupción de públicos fuertemente insatisfechos, desafiliados de los espacios políticos y muy activos en las redes sociales es un desafío para la gobernabilidad. Otra forma creciente de intervención en cuestiones políticas es el artivismo, en el que los públicos emplean el arte como forma de resistencia o de sensibilización sobre temas como derechos humanos o medio ambiente.


Este panorama tan dinámico requiere de renovados marcos teóricos y metodológicos para indagar cuestiones como la incidencia de la lógica específica de las redes sociales en la comunicación política, así como el auge del streaming. ¿Cómo influye el sesgo de los algoritmos y la presencia de trolls y bots en el debate político? ¿Cómo afecta a ese debate la polarización política y afectiva? Resulta igualmente relevante documentar casos de activismo digital, la participación de públicos autoconvocados que se movilizan en las redes y en la calle, la producción de contenidos políticos de grupos que se oponen a los gobiernos, entre otros temas.


Sublíneas

3.1. Metodologías para el estudio de la comunicación política en entorno digital

3.2. Convergencia entre medios tradicionales y medios digitales en política

3.3. Actores políticos automatizados: algoritmos, trolls, bots

3.4. Polarización afectiva y discurso de odio

3.5. Activismo digital y gobernabilidad.

3.6. Casos de artivismo en temas políticos

3.7. Campañas electorales en redes sociales (X, YouTube, TikTok, Twich, etc.)

3.8. Diferencias entre el marketing electoral y la comunicación de gobierno

3.9. Desinformación y fake news

3.10. Influencers como nuevos actores políticos

3.11. Social Listening como herramienta de la comunicación política


Vicedirectores

Damián Fernández Pedemonte (Universidad Austral)

Toby Miller (Universidad Autónoma Metropolitana - Cuajimalpa)



Por favor, para cualquier pregunta de la línea contacte directamente al congreso en secretaria@congresoh.com

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